miércoles, 11 de julio de 2012

De la caligrafía como lujo (y de su relación con los tomates)


“Para el hambriento, lujo es lo que no puede llevarse a la boca; para el sin techo, una casa o un cobijo; para el enfermo, el dejar de estarlo; para el parado, trabajar; para el acelerado ciudadano, el descanso de un fin de semana en el campo, rodeado de trinos y perfumado por leños ardiendo... En definitiva, lujo es todo aquello que consigue su gloria a través de la vulneración de lo habitual y lo cotidiano” 
Antonio Luis Aduriz (ecochef y fundador del restaurante Mugaritz, clasificado en el puesto número 3 del ranking mundial de la lista del S. Pellegrino de 2011)

Normalmente yo los libros no los leo; los devoro. Pero éste no. Lo ha escrito un amigo, y publicita —aunque no lo anuncie— el movimiento Slow. Así que, siendo consecuente, he esperado hasta tener tiempo libre, y aún ahora, que lo tengo, no leo más de unas cuantas páginas de vez en cuando, disfrutando las palabras que Tomás puso a sus pensamientos. 
El libro se titula El huerto curativo, y tiene un subtítulo que subyuga: Una guía para plantar tomates y cosechar felicidad
Para mí no es un libro de recetas ni de consejos prácticos de horticultura —aunque los tiene— sino un tratado amable, apoyado en la actividad hortelana, sobre esa forma de filosofía que muestra caminos hacia el goce vital. 
Leyéndolo, en la página 76, he encontrado la frase de Aduriz que encabeza este post. Me ha servido para darme cuenta de que estoy empezando, al tiempo, a sanar y a hacerme rico, en la medida en que consigo acceso a la calma y al lujo gracias a la caligrafía, que me permite vulnerar, positivamente, lo cotidiano.
Cuando en algunas de mis horas libres me siento a la mesa y tomo el lápiz, los pinceles o las plumillas, no creo que me sienta de forma muy distinta a la de él cuando planta albahaca o recoge un calabacín.

Cocinar, cultivar, hacer caligrafía... ojalá pudiera aprender a hacerlo todo. Con calma, tomándome mi tiempo como se lo toma una paella para estar en su punto o un melón para madurar. Una inicial iluminada y un tomate bien rojo, en el fondo, quizás no estén tan lejos, aunque sólo sea porque, si son el resultado de un trabajo realizado con cariño, ambos son expresiones del lujo al que soñamos acceder... y una forma de cosechar felicidad.
Ferdinandus, d.s.

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