martes, 22 de diciembre de 2015

P de Paolo. Estudio previo.


Esa cosa llamada estilo sobre la que tanto insisten es sólo un error que nos conduce a dejar un rastro personal.
Lo importante es que la pintura, con su belleza, remita a la riqueza de la vida humana y al amor, al respeto a los colores del mundo creado por Dios, a la meditación y a la piedad. La identidad del ilustrador no es importante.
              Pamuk, Orhan.— Me llamo Rojo, págs. 34 y 86
Ahora, finalizando el año —o ya finalizado, según se mire—, aprovecho para echar una mirada atrás y hacerme algunas reflexiones.
La primera: sigo sin encontrar eso que llaman “estilo”, ese conjunto de rasgos que define y diferencia lo obra de un autor. Posiblemente sea porque no lo he buscado. Creo que seguiré siendo el eterno aprendiz, constantemente seducido con cada nueva imagen y siempre intentando investigar, buscando nuevos resultados y teniendo siempre presente no olvidar el respeto al mundo creado, la meditación y la piedad.
La segunda: Estoy descubriendo que la caligrafía y la lustración —me refiero a las mías, por supuesto— tienen otra dimensión: son, o pueden ser, un camino de introspección que se suma a una práctica para lograr la calma, el sosiego, casi meditativa en algunos momentos.
Ahora, viendo el trabajo realizado a lo largo del año, me entiendo de otra manera. Lo veo y lo percibo irregular, con subidas y bajadas, lleno tanto de cosas limpias y como de pastiches; algunas, más o menos logradas; otras que dejan mucho que desear. Recuerdo, al verlos, dónde estaba, cómo me sentía, cómo fueron mis estados de ánimo. Y me reconozco desde una perspectiva nueva, más amplia, con esa distancia que sólo permite el paso del tiempo. 
Mi última aportación, el estudio para una P, de Paolo —el nombre cariñoso con el que me refiero a mi hermano Pablo— es extraño y dispar. Una inicial en la que he combinado orlas, trenzas y formas curiosas. 

Una letra que temo pasar a limpio y ponerle colores —esos colores del mundo creado por Dios que cualquier iluminador ha de respetar—, porque no estoy seguro de que el resultado sea, ni de lejos, el que ahora imagino. 

Quizás, como otras veces, haga más de una versión y luego me equivoque a la hora de aplicarla. A la frase de Confucio a la que está destinada, por cierto.
Ferdinandus, d.s. Todavía bajo el signo de Sagitario, recién acabando el otoño.


lunes, 21 de diciembre de 2015

De solsticios, equinoccios y otras naderías. Feliz Navidad y 2016 A.D.


La diferencia entre costumbre y tradición 
radica en el desconocimiento o conocimiento de los orígenes.


Dentro de unas horas, concretamente a las 5 horas y 48 minutos (hora oficial, no solar) del 22 de diciembre de 2015, dará comienzo, astronómicamente, el invierno y entraremos en el signo de Capricornio. La próxima luna llena será el día 25, a las 12 horas 11 minutos, situada en Cáncer. Todo ello según los datos que ofrece el Ministerio de Fomento.
Siempre me he definido como un hombre equinoccial. En este sentido, y lo sé, me repito, defiendo que el comienzo del año debería coincidir con el equinoccio de primavera, alrededor del 21 de marzo. Es en esa fecha en la que comienza el año astrológico —el primer signo, de todos es sabido, es Aries— e incluso, durante ciertos períodos de la Edad Media, y en unos países más que en otros, fue también el comienzo del año litúrgico, el denominado Anno de Gratia (A.G.) — diferenciado así de Anno Domine (A.D.)— que tenía una lógica aplastante: Si Cristo nace en la medianoche del solsticio de invierno, su llegada al mundo no habría que celebrarla ese día y a esa hora, sino cuando María, su madre, queda embarazada y Él se encarna, justo nueve meses antes, en el equinoccio de primavera. Para entender su importancia en nuestra historia “culta” búsquense cuadros de pintores famosos con el tema de la Natividad y compárense con los encontrados del tema de la Anunciación.
¡Pero si hasta en el Concilio de Nicea —allá por el 345 d.C.— uno de los puntos claves fue el establecimiento exacto de la Pascua, fecha alrededor de la cual había de girar el resto del año litúrgico! Y, obviamente, se decidió que fuera el domingo posterior al primer plenilunio tras el equinoccio de primavera. Qué curioso —o quizás no tanto— que en la imaginería cristiana coincidan, días arriba, días abajo, la llegada de Cristo a la Tierra —su encarnación, no su nacimiento— con su muerte, resurrección y ascensión definitiva a los cielos. 
Pero somos animales de costumbres y de celebraciones sin lógica ni tradición. 
Así que, cómo extrañarnos de celebrar el año nuevo el 1 de enero ¿qué pinta esa fecha, qué tiene que ver con el año trópico, tan propicio a establecer hitos y mojones en el tiempo religioso y civil? Pues nada. Cuentan viejas crónicas —creo recordar que lo leí en un texto de G. J. Whitrow, pero no tengo la referencia precisa— que era el momento en que, en la antigua Roma, se elegían cónsules. Ahí es nada. Pero la gente ya se sabe: a su bola.
El debate sería largo y prolijo. Y no merece la pena. Para los cristianos, pues: Feliz Navidad; para los solsticiales: Feliz Año Nuevo. Esa noche será la más larga del ciclo anual. A partir de mañana los días —la luz— irán ganando un corto espacio de tiempo a las noches —la oscuridad—: de ahí que tantos dioses —Cristo, Krisna, Mitra, Osiris …— hayan nacido en esta fecha y pueblos como los griegos o los romanos celebraran la llegada del Nuevo Sol, o Sol Invictus o fiestas agrícolas en honor de Dionisios o Saturno. Es el llamado solsticio hiemal, el que abre la puerta al invierno.
Lo de la Navidad el 24 y la noche vieja el 31, pues, se lo dejo a los aficionados a los villancicos, la jarana, las campanadas y a las uvas.
Ferdinandus, d.s. Bajo el signo de Sagitario, todavía.

P.S. Por cierto, que Cristo naciera el 24 de diciembre no se decidió por parte de la Iglesia hasta bien entrado el siglo IV, durante el dramático pontificado de Liberio y que dentro de unos días comencemos el año 2016 no se estableció, al parecer,  hasta el siglo VI, cuando el papa Juan I le encargó al monje Dionysius Exiguus que investigara sobre el tema, llegando dicho erudito a la conclusión de que el año de la Encarnación había coincidido con el 754 de la fundación de Roma. Luego siguieron los líos con las fechas, pero eso ya son historias olvidadas y sin sentido para la mayor parte de nosotros nosotros, tan aficionados a la costumbre.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Feliz Navidad 2015 y Año Nuevo 2016

Esta vez, una aclaración previa

A los que sois seguidores registrados de este blog: He intentado enviaros esta felicitación, con un texto un poco más personalizado, antes de publicarla. Me ha sido imposible ya que he sido incapaz de encontrar vuestros e-mails y el apartado “envía un mensaje” no he sido capaz de ponerlo en marcha. He de decir que también he tenido mis dudas debido  a que la felicitación tiene un claro mensaje religioso — por respeto a la tradición, ya que me considero agnóstico—  y desconozco vuestra diferentes sensibilidades al respecto. Aprovecho, pues, este inciso para daros las gracias por vuestra atención y desearos —independientemente de vuestras creencias, insisto— unas felices fiestas y un feliz año nuevo.

Y ahora sí, vamos al detalle. El texto elegido ha sido:

«Conloqui et conridere et vicissim benevole obsequi, simul leger libros duciloquos, simul nugari et simul honestan».

que podríamos traducir como:

"Conversad y bromead entre vosotros, servíos bien, compartid libros de dulces palabras, intercambiad naderías y procuraos atenciones mutuas”.

                             Agustín de Hipona, Confesiones.

Este año, de nuevo, nuestros mejores deseos con una cita de San Agustín, obispo de Hipona (354-430), originalmente dedicada al matrimonio pero que me ha parecido perfectamente extrapolarle a familiares, amigos e incluso a allegados con un cierto nivel de "entrañabilidad".
Por razones peregrinas, esta vez empecé el trabajo con calma, en plena canícula. Y fue este tiempo dilatado el que provocó cambios sustanciales hasta llegar al resultado final. 
Lo único claro que tuve desde el principio fue la inicial C de Carla, que había realizado a tal fin (http://ferdinandusscripsit.blogspot.com.es/2015/08/c-de-carla.html), aunque esta vez, y dado que tengo la costumbre de trabajar con rojo y verde en estas fechas —por el aquel de mi muy amado acebo— cambié el azul previo e hice algunos retoques.
En principio se me ocurrió trabajar con papel apergaminado, formato cuadrado, pero en el que la frase quedase en diagonal. Realicé, además de los apuntes correspondientes, un primer intento; pero no acabó de convencerme.

Más tarde me decidí por el mismo papel pero en formato apaisado. Tampoco fue de mi gusto e incluso el texto acompañante dejaba que desear: rompía, por ejemplo, con nuestra tradición de felicitar estas fiestas en castellano, flamenco, catalán e inglés (los tres primeros por cuestiones familiares, el inglés por el aquel de la modernidad y por un par de amigas).

Finalmente me decidí por cambiar parte del texto y trabajar en un formato grande —un DIN A3—, con un papel de acuarela de Garzapapel y volver a colocar las consabidas y un poco cursis ramitas de acebo al final. 

Por cierto, los colores originales son más discretos, sobre todo el contraste del rojo y el dorado de la C capitular. La fotografía deja pues, en sus aspectos cromáticos, bastante que desear; un aspecto a mejorar en el futuro.
La frase que inaugura el trabajo, como puede suponerse, significa: La familia Torrijos-Van Schoor os desea.
Feliz Navidad y un Próspero 2016.

Ferdinandus d.s. Bajo el signo de Sagitario